Amor y odio (14/39)


COMO UN SUEÑO

Rodrigo pasó unos días en la cama hasta que pudo mantenerse en pie sin cansarse. Omar le dijo que cuando se hallara completamente curado que se lo dijera. El día que se lo dijo un criado entró en la habitación.

–Acompañadme –dijo en castellano.
   
Rodrigo le siguió. Como estaba completamente desnudo, cogió la sábana y se tapó con ella.
   
Siguió al criado por una serie de pasillos. Le llamó la atención la riqueza de su decoración. Finalmente llegaron a un recinto con agua. Eran los baños. En el techo abovedado había agujeros, en forma de estrellas, cubiertos por vidrios de colores por los que entraba el sol. El ambiente era un poco sofocante por el vapor. El aire estaba perfumado por aromas de hierbas.
   
El lugar le pareció increíblemente acogedor. No podía creer todo lo que estaba viendo.
   
– ¿No te apetece tomar un baño? –le preguntó Omar desde el agua. Rodrigo no se había dado cuenta de su presencia, debido a la penumbra de la estancia.
   
Con algo de vergüenza y sin muchas ganas, Rodrigo se quitó la sábana y se metió dentro del agua lentamente. Su temperatura era entre templada y cálida. Era un baño agradable. Hizo un gesto de dolor al entrar en el agua debido a que su recuperación no era del todo completa y todavía le dolía el cuerpo al hacer determinados movimientos.
   
Rodrigo permanecía callado dentro del agua.
   
– ¿Qué te pasa, Rodrigo?
   
– Estoy maravillado. Esto parece un sueño. Nunca había visto tantas riquezas.
   
Omar echó a reír.
   
– ¡Si sólo has visto unos pasillos y los baños! Tienes aún muchas cosas que ver. Ya verás que los andalusíes no comemos a los cristianos.
   
–Me siento agradecido por todo lo que has hecho por mí y, sobre todo, por salvarme la vida, que te la debo. Pero perdóname que te diga que eso no es cierto.
   
– ¿Por qué no?
   
–Porque nuestras religiones son incompatibles. Aquí os coméis a los cristianos.
   
–Aquí en Al-Andalus los cristianos pueden practicar su religión con libertad. Son Ahl al- Kitâb, gentes del Libro. Eso sí tienen que pagar dinero por ello.
   
–No me lo puedo creer! –exclamó Rodrigo con ojos de asombro.
   
–Pues creételo porque es cierto. Aunque era así hasta ahora. Los fanáticos, los intolerantes, los que se creen tocados por la mano de Dios están tomando el poder en Al-Andalus, como Ibn Amir. Mi tierra, luz del mundo, signo de cultura y tolerancia, poco a poco se transforma en fanatismo e ignorancia. Veo relativamente cerca el fin de mi Al-Andalus, mi tierra querida. El fanatismo y el individualismo territorial de muchos reyezuelos será aprovechado por los cristianos.
   
–Yo pensaba que todos los andalusíes erais uno con Ben Amir.
   
–Sólo Dios es vencedor –no quiso seguir la conversación.
   
Cuando acabaron de bañarse, pasaron a otra sala donde les dieron unos masajes y les perfumaron con algalia.
   
A Rodrigo le dieron ropa limpia, ropa interior, unos calzones anchos, una camisa larga de algodón y un chaleco, del que le llamaron la atención los bordados de oro, y unas botas de piel de conejo.
   
– ¡Ni el mismo rey de León viste así! –exclamó cuando se vio de esa manera.
   
Omar rió al oírle. La mente de Rodrigo era todo confusión.
   
–Esto es un sueño o una pesadilla –le dijo mirándole a los ojos–. No puedo estar en la casa de mi enemigo.
   
– ¿Es qué acaso me consideras tu enemigo? –preguntó Omar sonriendo.
   
– ¿Es que acaso tengo derecho a considerar mi enemigo a quien me salva la vida?
   
–Los cristianos están siempre nerviosos por todo –Omar sonrió ampliamente.


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