Sueños imposibles (3/24)


UNA DECISIÓN ACERTADA

En el aposento de Blanca, ella y Rodrigo estaban reuniendo los pocos objetos que poseían. Enrique entró en la cámara.
   
– ¿Qué voy a hacer sin vosotros? –preguntó Enrique–. Recuperó a un hermano al que daba por muerto y ahora te me vas.
   
–Sabes que no me queda otra solución –contestó Rodrigo–. Diego sólo me ha desterrado a mí. En vista de lo que sucedió, si decidiera plantarle cara a Diego, San Miguel se vería desangrado por una confrontación. No lo quiero. Ahora soy libre de ofrecer mis servicios al señor que desee. No te preocupes. Me voy al norte. Blanca viene conmigo y nos casaremos en la primera iglesia que encontremos.
   
–Yo también iré –Enrique les sorprendió–. No deseo seguir a las órdenes de Diego. Se ha convertido en un déspota. Aunque ya no puedo ser un buen caballero por la tara que me quedó en la batalla de Rueda, puedo prestar buenos servicios al señor que sirvamos como vasallos ya que tengo nociones de latín y sé contar, leer y escribir. Me llevaré a Leonor y nos casaremos en la misma iglesia en que lo hagáis vosotros.
   
Rodrigo negó con la cabeza.
   
–No, Enrique, definitivamente no. Tú estás bien aquí. Leonor no merece que le des ese futuro tan incierto. Puede que nos vayan bien las cosas, pero también nos pueden ir mal. Al menos aquí tenéis que comer.
   
–Ese futuro quizá sea mejor que el que la espera si se queda aquí conmigo. En San Miguel las cosas ya no son como antes.
   
En ese momento se abrió la puerta y entró Diego. Rodrigo y Enrique dejaron de hablar.
   
–Quiero hablar con Rodrigo –manifestó Diego.
   
Enrique y Blanca hicieron además de marcharse. Rodrigo habló.
   
–No tenemos nada de que hablar. Me has desterrado y ya no estoy a tus órdenes. Me iré de San Miguel sin hacer ruido Pero ellos dos no se marchan de aquí, si me tienes que decir algo dímelo delante de ellos. Y si no me quieres decir nada, me marcharé cuando terminemos Blanca y de recoger nuestras cosas.
   
Diego bajó la mirada hacia el suelo.
   
–Me he comportado como un estúpido. La situación que estamos viviendo me ha rebasado por completo. Si tú te vas ...
   
–Yo también me marcharé –Enrique no dejó terminar la frase a Diego.
   
–No quiero que os marchéis ninguno de los dos –Diego prosiguió–. Necesito gente en quien poder confiar. Salvo Gonzalo, no confío en nadie.
   
–No olvides que ya no eres mi merino –dijo Rodrigo–. Con tu sentencia, me has liberado de mi juramento de fidelidad.
   
–Estoy dispuesto a revocarla. Pudiste haber acabado conmigo y no lo hiciste. He estado pensando en ello. Creo que no eres ningún traidor.
   
Enrique y Rodrigo se miraron entre sí. Ambos comprendieron que Diego no era una persona que reconociera fácilmente sus errores y decir lo que estaba diciendo le estaba costando.
   
–Está bien. Nos quedamos –concluyó Rodrigo.
   
Blanca sonrió. Era un alivio ver que los tres hermanos por fin se reconciliaban.
   
–Necesito que me expliques tus ideas de la guerra –dijo Diego a Rodrigo–. Nuestro ejército es débil y no hay más que traidores. Para derrotar al señor de Villainocencio vamos a necesitar, además de tu ayuda, la ayuda de Dios.
   
–Quiero decir algo –intervino Enrique–. Me siento feliz por todo esto, pero en San Miguel que revoques la sentencia de exilio a Rodrigo se va  a considerar una debilidad o un trato de favor.
   
–Eso déjalo de mi cuenta –Diego le miró a los ojos–. Yo soy el merino.


Avanzar narración: Sueños imposibles (4/24)

Retroceder narración: Sueños imposibles (2/24)

Comentarios