Tierra de frontera (4/18)

EL CIELO DE LA FRONTERA

Los tres hijos de Sancho, Diego, Rodrigo y Enrique, aquel niño de una aldea atacada al que había acogido como hijo adoptivo, seguían a su padre a caballo. Le seguían en silencio, salvo las decisiones caprichosas de los caballos, que pronto eran controladas por sus jinetes.

Era un día de primavera. Había salido el sol, había llovido, había hecho viento. Sancho se detuvo con el caballo en un barbecho.

–Mirad hacia el cielo –les dijo Sancho.

El cielo tenía distintas tonalidades. Hacia el horizonte tenía un color azul claro y luminoso. En la parte superior asomaban unas nubes mitad blancas y negras, que el sol iluminaba de manera desigual. Y más arriba, cuanto más se elevaba la vista sólo había nubes grises y gris oscuro, amenazadoras de lluvia. Más allá de esas nubes volvía a aparecer la luz y el sol.

–En el cielo sólo hay nubes, padre –afirmó Diego–. Parece que va a llover.

Rodrigo y Enrique se miraron, pero no dijeron nada.

– ¿Nubes? ¿Sólo veis nubes? –preguntó Sancho.

–Sólo nubes, padre –afirmó Diego.

– ¿Acaso no veis distintas nubes? De distintas formas.

–Sí lo veo, padre –Diego parecía estar enojado o no comprender a su padre– ¿y qué?

–Es el cielo de la frontera –afirmó Sancho con énfasis y seriedad.

– ¿Y? –Diego preguntó con cierto retintín.

– ¿No lo ves precioso?

–Sí, es muy bonito, padre –Diego hablaba con intención de querer llegar al final–. Es un espectáculo maravilloso.

–Ese cielo que ves hoy tan bello, mañana se puede transformar en granizo, en nieve, en helada, en sequía, en muerte. La frontera es así. Hay que vivir siempre alerta, siempre preparados para lo peor.

–Entonces, Dios abandonó a nuestra familia –concluyó Enrique.

–No. Aunque nos arrojó a la frontera, somos los merinos. Y estad seguros que en el mundo habrá gente que estará mucho peor que nosotros.

Sancho bajó el caballo y miró hacia el cielo. Sus hijos hicieron lo mismo.

–Estamos bajo el cielo de la frontera. Un cielo tan bello como cruel. Todo lo que vivimos lo contempla el cielo de la frontera, la vida, la muerte, la paz, la guerra., el amor, la desesperanza, el valor, el miedo, nuestros temores y nuestras ilusiones.

–Toda nuestra vida ocurre bajo el cielo de la frontera –añadió Rodrigo.

–Mirad el cielo de la frontera – Sancho alzó la vista–, hoy puede ser la imagen más dulce más mundo y mañana nos puede matar. Así es Castilla, así es la frontera. Hoy puede ser el día más maravilloso del mundo y mañana el más terrible de nuestras vidas. Nunca lo olvidéis.

Los hijos cabalgaban en silencio meditando las palabras del padre.


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